Cuando era niña, este refrán no lo entendía, porque nunca me lo terminaron. Pero, fíjate que aún ahora, que no sé cómo termina (ni me interesa) lo suelo aplicar ante situaciones como la que hoy quisiera contar.
De pasado "oscuro", pero no tenebroso, y presente casi siempre nublado, el alcohol fue buen sustituto de las drogas, y el alcohol es el que lo lleva por la vía de urgencia al Hospital con más asiduidad de la que debiera. Alcohólico inconfeso, con una cirrosis bastante fea, se olvida con mucha facilidad que no debe ver ni el alcohol metílico para curar sus heridas, porque cada vez que bebe, se pone peor.
Nuevamente ingresado, recuerda en la camilla, en el box de críticos, mientras le transfunden sangre y plasma, que el médico ya le advirtió que se está muriendo, y que lo único que hace él, al tomar "una o dos cervezas" (que sabemos que son más) es acortar su presencia entre los vivos.
Su silla quedó vacía en la Misa de Nochebuena, y en cambio, ocupó una cama más del Hospital. Su inconsciencia terminó, por la tremenda, la cena de Nochebuena, delante de sus sobrinillos, sus padres y hermanos. Yo me pregunto qué necesidad hay de todo esto. Entiendo que es una enfermedad. Mi mayor extrañeza es que cómo permiten sus padres que haya alcohol en la casa. Cómo le permiten beber en su delicado estado. Cómo siguen siendo cómplices de este suicidio, cuando conocen de primera mano lo que significa que ya se le hayan muerto dos hijos adultos.
Me llamó el día de Navidad para disculparse por no haber ido a la Misa del Gallo... Cuando me contó que estaba ingresado no me lo podía creer. Cuando le fui a ver y me dijo que antes de la cena se tomo un par de cervezas, pensé...
Tanto va el cántaro a la fuente...
Llevo dos años sin poder celebrar mi cumpleaños: El año pasado, falleció un buen amigo, por culpa del azúcar (y su acumulada pasividad en su lucha). Este año, mi sobrino de escasos 8 meses de vida. Si las cosas van por este camino, me veo nuevamente en el cementerio, enterrando a otro amigo por culpa del alcohol y sus excesos. (Lo escribo a ver si no pasa, dándome absolutamente igual que lo lea quien lo lea, porque es lo que pienso, porque es lo que siento y porque es mi blog). Y créeme que celebrar mi cumpleaños es lo de menos...
Es muy triste y muy deprimente pasar estas fiestas plenamente familiares, metido en la cama de un hospital, sondado, con la vía enganchada para los antibióticos, a base de caldos y zumos porque los sólidos "no entran", lleno de dolores y pasando mucho tiempo solo... sabiendo que esta vez, como le dijo el médico "Dios le ha dado otra oportunidad", porque casi no lo cuenta, por la enorme cantidad de sangre que había perdido.
Y es con esta idea de Dios, que no le abandona, con la que me quiero quedar y con la que quisiera terminar este post. Porque cuando los problemas de este hombre con el alcohol comenzaron, todos le dimos la espalda. Y como me dijo su madre: "hasta los curas de la parroquia le dejaron de llamar porque él ya no podía ir". Yo también "me desentendí", más por despiste que por maldad, más por "incompatibilidad de horarios" que por pereza, yo también desaparecí.
Lamentablemente, si este hombre se encontró alguna vez con Cristo, lo dejo plantado en alguna mesa de alguna cafetería, mientras se iba la barra del bar a beber, para ahogar su soledad, sus penas, etc. Y Dios le demuestra que sigue a su lado... qué pena que no abra los ojos porque de verdad que Él está ahí con él.