sábado, 19 de diciembre de 2009

De nornas y orden

Aunque con retraso, quisiera contar brevemente, cómo fue la reunión del lunes 14.

El tema era "Los Diez Mandamientos". El año pasado, ya tuve la oportunidad de impartir este tema, y me encontré en varios sitios de Internet buen material.

A mí se me ocurrió que podría separar a los padres en cuatro grupos. Todos los grupos tenían que responder a una serie de preguntas sobre las normas: si son necesarias o no, si son muchas o pocas, si se podrían añadir o eliminar algunas, qué pasaría si no hubiera normas y qué ocurriría si no se respetasen. Los grupos, trabajaban temas distintos: uno el parchís (sí , como lo lees, porque también tiene sus normas), otro grupo trabajaba con las normas de circulación, otro grupo con las normas que se ponen en casa (puntualidad, hora de llegada, higiene, etc) y el último grupo, con los Diez Mandamientos.

Un aspecto positivo de esta reunión es que los padres caen en la cuenta de que, aunque no lo entiendan los Diez Mandamientos son necesarios. Llegan incluso a comprender el resumen en dos que estableció Jesús de Nazaret.

Y como siempre, está el grupo que aún descubriendo la importancia que debería tener para cada cristiano el vivir bajo las "Normas de convivencia" que Dios nos ha puesto para estar en su Casa, siguen empeñados en su rebeldía de no acatar algunas (por ejemplo, están a favor del aborto, del divorcio, de las relaciones prematrimoniales, la eutanasia, etc).

Todos han coincidido en que si conducimos nuestro coche sin acatar las normas de circulación es un delito, es sancionable, y si hay víctimas por medio, cárcel (y para algunos, debería haber pena de muerte). Todos han coincidido que no se puede jugar al parchís, si cada uno sigue sus propias normas y que todos debemos seguir las mismas. Todos están de acuerdo en que cuando las normas de casa no se cumplen, hay un castigo o una pena para el "desobediente". Y lamentablemente, todos no aceptan que incumplir uno de los Mandamientos de la Ley de Dios también tiene repercusiones, no solo de él/ella ante Dios, sino ante la sociedad. Esto no lo ven.

Realmente, como bien les dije en la reunión, el vivir y aceptar el pecado, como algo normal, nos deja ciegos; ciegos ante el mal que cometemos. Y lamentablemente, esto es consecuencia de estar alejados de Dios por el pecado. Pecado que no reconocen, pecado del que no se arrepienten, pecado que no les duele, pecado que no confiesan, pecado que heredarán por aprendizaje sus hijos.

Esto me hace reflexionar que por mucho que nuestra amada Conferencia Episcopal Española, elabore nuevos catecismos, se olvida que la inmensa mayoría de los niños que acuden a las catequesis proceden de familias incluso NO PRACTICANTES, o peor, NO CREYENTES. Por lo que habría que idear un método de anuncio del Evangelio radicalmente distinto, que englobe a las familias, a las que habría que evangelizar primero.