Sí... esa fue la frase que escuché en mi mente cuando me llamó el párroco proponiéndome que sólo por hoy cambiáramos de grupo... vale...
Así que me encontré con un grupo de padres distinto (el que si Dios quiere acompañaré el próximo curso) y con un tema sin preparar (otra vez). Menos mal que una ya tiene algo de tablas y que siempre cuenta con la Ayuda inestimable del Espíritu Santo, que si no...
Este grupo es mucho más tranquilo que el mío, más dados a no hablar (hasta que el año que viene les ponga a responder preguntas sobre el tema que veamos, claro) y a no intervenir.
El tema fue darles algunas orientaciones sobre la Cuaresma, el sentido del ayuno, la penitencia y la limosna, y las primeras pautas para acercarnos de forma creyente a la Semana Santa.
Mientras, sus hijos, aprendían a orar con sus catequistas el Padrenuestro... es penoso ver a unos niños tan grandes y que no sepan de qué va esa oración... (lo mismo los padres).
La reunión terminó antes y nos reunimos todos en la Iglesia, donde cantamos con los niños "Señor, enséñanos a orar", y luego hicimos oración de eco con la letra de la canción. Los niños fliparon porque siempre me ven con la guitarra y hoy me senté al órgano... (hacía muchísimo tiempo que no tocaba, pero algo queda).
Los niños salieron encantados. Eso me gusta, porque si les hacemos atractiva la asistencia a la Iglesia, si les enseñamos canciones que les digan algo, estoy segura que algo se les quedará: una semilla que les aflorará cuadno menos se lo esperen.