lunes, 9 de agosto de 2010

El alma de los juguetes es de plástico

Hace unas semanas fui al cine a ver Toy Story 3. El argumento de la peli lo conocía ya que me lo habían contado (y esa fue la razón de querer ir a verla).

Como siempre, todo gira alrededor de los sentimientos de unos juguetes por su dueño, al que quieren con devoción. Ya al comienzo, si has visto las dos entregas anteriores, ya te das cuenta de que faltan personajes... (¿qué pasa?¿Es que cuando los llevaron al mercadillo, no salió SuperWoody al rescate, como en Toy Story 2? ¡Y más cuando se trata de su novia, la pastorcita, gran ausente de esta entrega! Seguro que ya había crisis en su relación de pareja... :-D).

Tras ver la película, de la que no voy a contar nada más, he entendido dos cosas, a saber:

1. Por qué mi hija estuvo durmiendo en mi cama tres días después de verla.
2. Por qué mi hija no quiere dar los juguetes con los que hace bastante tiempo ya no juega.

La primera, porque entre los guiños que la Disney&Pixar le hacen a los padres, hay un par de escenas de susto, que los niños ni entienden, y que a los padres ya nos suenan de ver en otras pelis de miedo.

La segunda, porque ella cree que sus juguetes la quieren sobre todas las cosas, y no quiere entristecerlos al entregarlos a otros niños menos afortunados que ella y que no tienen juguetes.

Total, que ahora hay que trabajar no solo la generosidad aún más mermada en estos niños del S. XXI, que sienten mucha pena cuando, al final de la peli,... (ah, es cierto, que dije que no iba a contar nada de la peli).

Ahora a los padres nos queda la ardua tarea de enseñar a nuestros hijos que los juguetes "ni sienten, ni padecen, ni sufren cuando se les donan..." y que por supuesto tampoco se reúnen cuando ella está dormida, o cuando no está en la habitación donde duerme y juega.

Por historias así, yo dejé de jugar con muñecas y me dediqué a leer.

Eso sí, me gustó mucho la foto de Andy jugando con la habitación hecha un desastre... (y no cuento nada más).